Para Alberto Campo Baeza el Panteón es el edificio más hermoso del mundo… Stendhal, Henry James y Cervantes escribieron textos maravillosos sobre él. El arquitecto español envía a los alumnos a Roma con una condición: que envíen una postal en la que sólo digan sí o no. Sí lloré en el Panteón, no lloré en el Panteón. Es obligatorio llorar, comenta.
Cuando te fugas de tu zona de confort, cuando tu espacio protegido se convierte en un petate compuesto por currículum y poca experiencia, existen momentos donde las lágrimas asoman por el precipicio de los ojos de manera común. Llorar, y por partida doble, ha supuesto para Juan Yruela, un crecimiento exponencialmente enriquecedor. Trabajar con Campo Baeza, sollozar a su lado sin necesidad de tocar el Panteón y tomar China sin necesidad de conquistar la muralla.
Otro reconocido arquitecto, Álvaro Siza, suele decir que si se ignora al hombre, la arquitectura se convierte innecesaria. Es aquí donde la perspectiva y proyección de Yruela cobran más sentido. Visión humana y destreza profesional para levantar edificios destinados a bulliciosos espacios de vida. Crear sombras sobre las luces que dejan filtrar esas construcciones proporciona al joven arquitecto extremeño un calibre del que poder presumir sin titubeo alguno. Juan Yruela se convierte en un protagonista en continua evolución que nos hace saltar alguna lágrima, una historia potente que hace suya la frase de Rem Koolhass, si uno no cambia, no evoluciona y termina por dejar de pensar.